Crecimiento y seguridad: la receta que Boric necesita

Para alcanzar el bien común, es necesario un enfoque que promueva tanto el crecimiento económico como la seguridad ciudadana, y espero que en estos ejes centre su alocución el Presidente, más que en reformas ideológicas que, a estas alturas, no tienen piso político ni ciudadano alguno.


El próximo 1 de junio marcará la tercera entrega de la Cuenta Pública por parte del Presidente Boric, siendo esta su penúltima presentación de este tipo. Durante la mitad de su gestión, hemos observado una administración que, si bien llegó cargada de entusiasmo y aspiraciones renovadoras, ha mostrado falta de experiencia y un enfoque a veces demasiado idealista, provocado por su constante apego a los ideales socialistas. Se ha intentado también impulsar una agenda refundacional que, afortunadamente, no ha logrado prosperar en su totalidad. En lugar de ello, ha predominado un discurso marcado por panfletos e ideología, distanciándose de los verdaderos problemas que hoy enfrenta nuestro país.

Lo anterior, por supuesto, no resulta ser solo prosas, sino que ha tenido repercusiones en la población chilena. Durante el mandato del Presidente Boric, el crecimiento económico del país ha sido deficiente, con solo un 1,1 %, en contraste con el 3,2 % que se alcanzaba anteriormente. Asimismo, la tasa de desempleo ha aumentado del 7,4 % al 8,4 %, afectando a numerosas familias; esto no son solo datos, son realidades. La crisis en el sistema de salud pública ha empeorado, evidenciada por las largas listas de espera que afectan a cerca de 2,5 millones de personas, algunas de las cuales ni siquiera llegan a recibir atención o, peor aún, tal como hemos visto durante estas últimas semanas, muchas personas, estando en listas de espera, han sido deliberadamente borradas de los listados, algunos porque ya no están vivos, sin haber alcanzado a recibir atención alguna.

En el caso de la educación, bandera de lucha de quienes hoy nos gobiernan, han demostrado ser absolutamente inoperantes en entender la crisis que atraviesa y prestar prontas soluciones. Así, casi al terminar el primer semestre académico, aún existen familias esperando por un cupo para poder llevar a sus hijos a estudiar. ¿Dónde está su derecho a la educación?

La seguridad ciudadana se ha convertido en una pesadilla, con un aterrador aumento en tiroteos, asaltos y homicidios; en muchos sectores de nuestro país, el Estado de Derecho pasó a ser una anécdota e impera la ley del más fuerte. En fin, la lista podría seguir.

Sin embargo, el Presidente aún tiene la oportunidad de mejorar y corregir el rumbo de su Gobierno. En su próxima Cuenta Pública es fundamental que comprenda que el crecimiento económico y la seguridad son pilares indispensables para el bienestar común. Para esto, debe abandonar la mirada ideológica que ha caracterizado su gestión, así como aislar al Partido Comunista de decisiones que afectan la seguridad ciudadana. Reconocer y rectificar los errores en este ámbito es esencial para recuperar la confianza de la ciudadanía; sin seguridad y crecimiento económico, el resto es poesía.

Para alcanzar el bien común, es necesario un enfoque que promueva tanto el crecimiento económico como la seguridad ciudadana, y espero que en estos ejes centre su alocución el Presidente, más que en reformas ideológicas que, a estas alturas, no tienen piso político ni ciudadano alguno.

A su vez, debe dejar de lado ofertas populistas que pueden tener fáciles aplausos, pero con consecuencias negativas para el país. Con esto nos referimos a la condonación del CAE, que, por lo pronto, ni popular ha resultado últimamente. Nuestro país tiene otras prioridades para gastar de mejor forma esos recursos, como en salud o seguridad, más que en propuestas que responden a las barras bravas de sus partidos oficialistas.

Solo si es capaz de entender que debe hacer un cambio de dirección, podrá enderezar el rumbo de su Gobierno y evitar que los chilenos continúen sufriendo las consecuencias de decisiones mal orientadas. De lo contrario, su Gobierno, Presidente, está condenado a ser el más mediocre desde el retorno a la democracia, con holgura.